Si los Caminantes Blancos desaparecieron (hasta el momento) en el tercer episodio de la temporada, moviendo todo el hilo de la serie hacia el sur, es por un solo nombre: Cersei Lannister.
Aquellos ojos verdes. Aquel poder único de manipulación, de sentarse a jugar de verdad al Juego por el Trono. No a distraerse en disrupciones personales. No. A jugar a la intimidación, a la sorpresa. Atenta al tablero a cada minuto, sin levantar la vista. Sin subestimar al enemigo.
¿Qué tanto nos podemos doblar, desdibujar, por el poder? ¿Qué tanto de nosotros cambia cuando nuestros conflictos sacan las crudas y reales miserias humanas?
El domingo el personaje principal de los Lannister, Cersei, (no, no es Tyrion), dio un recital tras dos capítulos de ausencia. Atacó cuando se le temía en desventaja. Golpeó a sorpresa dos veces (por cierto, a partir de ahora daremos detalles del capítulo cuatro, así que si no lo ha visto, corre por su riesgo), y preparó el mejor de sus escudos para la última gran batalla.
El discurso de Daenerys ha sido la protección de los inocentes, su liberación. Pues Cersei ha protegido dentro del Castillo a todo el pueblo del sur (¿cómo rayos caben todos ahí cuando en la serie suelen hablar de que en Kings Landing vive un millón de personas?).
Eso deja un solo camino a la Madre de Dragones: atacar a manos abiertas a un pueblo inocente para encontrar su sitio en el Trono de Hierro. Claro, que el ataque viene bajo provocación: el asesinato de su multitraductora y una de sus manos de confianza: Missandei, decapitada ante sus ojos.
Estos días hemos tenido la discusión de qué tan prudente fue tener la batalla contra el enemigo de ojos azules en el tercer capítulo, y no como final de temporada (no podemos asegurar que ciertamente no volverán).
Vayamos a las preguntas: ¿Se le teme más a lo desconocido o a la persona que mayor maldad ha destilado y aplicado en ocho temporadas? ¿Se le puede temer más al cuento de interminable de nuestros ancestros, que pregona la venida del coco, o al asesino en serie descarado que tiene la fuerza interna de seguir mirándonos a los ojos?
La villana de esta serie es Cersei, no los Caminantes Blancos (hasta ahora), y por eso ella tendrá, cuando menos el penúltimo de los capítulos (es muy probable que llegue a parte del 6to y último).
Son dos capítulos, dos domingos más, y tendremos sobre la mesa el final de una las producciones de televisión más aclamadas de la historia.
Y esos últimos dos capítulos vienen con reorganización incluida: el equipo Targaryen ya solo cuenta con un dragón. Jamie ha vuelto hasta donde Cersei (¿con qué fines reales?); Jon llega a las puertas de Desembarco del Rey y a Daenerys parece que le domina más la ira interna por conseguir el poder que los hechos que tiene sobre el tablero.
Lo mejor, desde este lado de la pantalla, es la conversación de Lord Barys y de Tyrion Lannister. Eso es esta serie. Sangre y conspiración. Y el señor Barys sabe mucho de las dos. La preocupación mayor es el estado mental de la Reina de Dragones y la visión de que Jon, legítimo heredero al trono, sería mejor gobernante. Claro, está el detalle de que Jon no desea sentarse en el Iron Throne.
Pero bien lo dice Barys, ¿acaso no llegan a ser mejores gobernantes aquellos que nunca desearon hacerlo?
La narración de la serie encamina mucho a Daenerys al camino de su padre. Veremos.
Dato interesante: el próximo capítulo de la serie será dirigido por Miguel Sapochnik, las mismas manos que encaminaron la batalla de la Larga Noche frente a los Caminantes Blancos. Parecería ser el destinado a las grandes peleas (Hardhome. Bastardos. Larga Noche) de la serie.
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